Declarar la realidad del cielo

  • 3 years ago
La realidad no solo es lo que vemos o sentimos. También es con quién estamos de acuerdo: Dios o Satanás. Jesús va a regresar para establecer la realidad del cielo, el reino, en la tierra. Hasta entonces, oramos que la voluntad de Dios se haga así en la tierra como ya se hace en el cielo.

Dios nos ha dado todo lo que necesitamos en Cristo. Sus promesas, solo para los que están en Cristo por fe, posibilitan que compartamos en su naturaleza. Tenemos acceso al poder de Dios y un derecho legal a sus promesas por medio de la sangre de Jesús. Vivimos por la fe y no por la vista. Es importante declarar la realidad del cielo, las promesas de Dios, incluso si lo que Dios dice contradice lo que vemos o sentimos. Las promesas de Dios son activadas por la voz. Encuentra promesas y confiésalas.

Por ejemplo: “Soy bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Puedes combinar promesas con reclamar la sangre de Jesús. Por ejemplo: “Tengo la mente de Cristo según 1 Corintios 2:16, entonces reclamo la sangre de Jesús contra la falta de memoria. O: “Isaías 53 dice que somos sanados por las heridas de Cristo. Por eso, reclamo la sangre de Jesús contra la enfermedad”. Los versículos que utilizan frases preposicionales como en Cristo, en él, por medio de él y otras a menudo contienen declaraciones sobre quién somos realmente. Estos versículos son buen punto inicial para montar una lista de promesas de Dios.

Dios solo va a ordenarnos que hagamos algo si podemos hacerlo. Por el poder del Espíritu Santo, podemos vivir una vida que agrada al Señor. Reprende las obras de la carne y activa el fruto del Espíritu, enumerado en Gálatas 5:22-23: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

Si constantemente confesamos las promesas de Dios y declaramos en voz alta quién somos en Cristo por fe, nos mantendremos concentrados, firmes en fe y vamos a conocer más del cielo en nuestras vidas (curaciones, milagros, bendiciones, etc.) Vencemos por la sangre de Jesús, por la palabra de nuestro testimonio y por temer al Señor más de lo que tememos a la muerte. Sométete a Dios, resiste al diablo y vencerás.

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